Liturgia de las horas

Vísperas

V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre
y por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya

HIMNO

Alta ciudad de piedras vivas,
Jerusalén;
visión de paz y cielos nuevos,
ciudad del Rey.
 
Tus puertas se abren jubilosas,
visión de paz,
y penetran los ríos de tus santos
hasta el altar.
 
Baluartes y murallas de oro,
Jerusalén;
tus calles, gemas y zafiros,
ciudad del Rey.
 
Jerusalén, Iglesia viva
de eternidad:
hacia ti caminan los hombres,
sin descansar.
 
Alta ciudad del Cristo vivo,
que es nuestro hogar,
al que volveremos, ya cansados
de caminar.
 
Cielos nuevos y tierra nueva,
Jerusalén;
morada de Dios Trino y Uno.
Amén, amén.

SALMODIA

Ant. 1. En las plazas de Jerusalén reina la alegría y en sus casas resuena el canto de gozo: «Aleluya».

Salmo 146
PODER Y BONDAD DE DIOS

Alabad al Señor, que la música es buena;
nuestro Dios merece una alabanza armoniosa.
 
El Señor reconstruye Jerusalén,
reúne a los deportados de Israel;
él sana los corazones destrozados,
venda sus heridas.
 
Cuenta el número de las estrellas,
a cada una la llama por su nombre.
Nuestro Señor es grande y poderoso,
su sabiduría no tiene medida.
El Señor sostiene a los humildes,
humilla hasta el polvo a los malvados.
 
Entonad la acción de gracias al Señor,
tocad la cítara para nuestro Dios,
que cubre el cielo de nubes,
preparando la lluvia para la tierra;
 
que hace brotar hierba en los montes,
para los que sirven al hombre;
que da su alimento al ganado
y a las crías de cuervo que graznan.
 
No aprecia el vigor de los caballos,
no estima los jarretes del hombre:
el Señor aprecia a sus fieles,
que confían en su misericordia.

Ant. En las plazas de Jerusalén reina la alegría y en sus casas resuena el canto de gozo: «Aleluya».

Ant. 2. El Señor ha reforzado los cerrojos de tus puertas y ha bendecido a tus hijos dentro de ti.

Salmo 147
ACCIÓN DE GRACIAS POR LA RESTAURACIÓN DE JERUSALÉN

Glorifica al Señor, Jerusalén;
alaba a tu Dios, Sión:
que ha reforzado los cerrojos de tus puertas,
y ha bendecido a tus hijos dentro de ti;
ha puesto paz en tus fronteras,
te sacia con flor de harina.
 
Él envía su mensaje a la tierra,
y su palabra corre veloz;
manda la nieve como lana,
esparce la escarcha como ceniza;
 
hace caer el hielo como migajas
y con el frío congela las aguas;
envía una orden, y se derriten;
sopla su aliento, y corren.
 
Anuncia su palabra a Jacob,
sus decretos y mandatos a Israel;
con ninguna nación obró así,
ni les dio a conocer sus mandatos.

Ant. El Señor ha reforzado los cerrojos de tus puertas y ha bendecido a tus hijos dentro de ti.

Ant. 3. En la ciudad de Dios se alegra la muchedumbre de los santos y los ángeles cantan himnos de júbilo ante el trono de Dios. Aleluya.

El cántico siguiente se dice con Aleluya, tal como está aquí, solamente cuando el Oficio es cantado. Cuando el Oficio se dice sin canto es suficiente decir Aleluya sólo al principio y al final de cada estrofa.

Cántico Cf. Ap 19, 1-7
LAS BODAS DEL CORDERO

Aleluya.
La salvación y la gloria y el poder son de nuestro Dios.
(R. Aleluya.)
Porque sus juicios son verdaderos y justos.
R. Aleluya, (aleluya).
 
Aleluya.
Alabad al Señor, sus siervos todos.
(R. Aleluya.)
Los que le teméis, pequeños y grandes.
R. Aleluya, (aleluya).
 
Aleluya.
Porque reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo.
(R. Aleluya.)
Alegrémonos y gocemos y démosle gracias.
R. Aleluya, (aleluya).
 
Aleluya.
Llegó la boda del Cordero.
(R. Aleluya.)
Su esposa se ha embellecido.
R. Aleluya, (aleluya).

Ant. En la ciudad de Dios se alegra la muchedumbre de los santos y los ángeles cantan himnos de júbilo ante el trono de Dios. Aleluya.

LECTURA BREVE Ef 2, 19-22

Ya no sois extranjeros ni forasteros, sino que sois ciudadanos del pueblo de Dios y miembros de la familia de Dios. Estáis edificados sobre el cimiento de los apóstoles y profetas, y el mismo Cristo Jesús es la piedra angular. Por él todo el edificio queda ensamblado, y se va levantando hasta formar un templo consagrado al Señor. Por él también vosotros os vais integrando en la construcción, para ser morada de Dios por el Espíritu.

RESPONSORIO BREVE

V. La santidad, Señor, es el adorno de tu casa.
R. La santidad, Señor, es el adorno de tu casa.
V. Por días sin término,
R. Es el adorno de tu casa.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. La santidad, Señor, es el adorno de tu casa.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Vale la pena morir a manos de los hombres cuando se espera que Dios mismo nos resucitará para la vida.

MAGNIFICAT Lc 1, 46-55
ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR 

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
 
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
 
Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
 
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre
y por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Vale la pena morir a manos de los hombres cuando se espera que Dios mismo nos resucitará para la vida. 

PRECES

Oremos, hermanos, a nuestro Salvador, que dio su vida para reunir a los hijos de Dios dispersos, y digámosle:

Acuérdate, Señor, de tu Iglesia.
 
Señor Jesús, que cimentaste tu casa en la roca,
— confirma y robustece la fe y la esperanza de tu Iglesia.
 
Señor Jesús, de cuyo costado salió sangre y agua,
— renueva la Iglesia con los sacramentos de la nueva y eterna alianza.
 
Señor Jesús, que estás en medio de los que se reúnen en tu nombre,
— atiende la oración unánime de tu Iglesia congregada.
 
Señor Jesús, que con el Padre haces morada en los que te aman,
— perfecciona a tu Iglesia por la caridad.

Se pueden añadir algunas intenciones libres.

Señor Jesús, que no echas fuera a ninguno de los que vienen a ti,
— acoge a todos los difuntos en la mansión del Padre.
 
Terminemos nuestra oración con las palabras que Cristo nos enseñó: 

Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad  en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal. 

ORACIÓN

Dios omnipotente y misericordioso, aparta de nosotros todos los males, para que, bien dispuesto nuestro cuerpo y nuestro espíritu, podamos libremente cumplir tu voluntad. Por nuestro Señor Jesucristo.

CONCLUSIÓN

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.

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