Liturgia de las horas

Vísperas

V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre
y por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

Oh Príncipe absoluto de los siglos,
oh Jesucristo, rey de las naciones:
te confesamos árbitro supremo
de las mentes y de los corazones.
 
En la tierra te adoran los mortales
y los santos te alaban en el cielo,
unidos a sus voces te aclamamos
proclamándote rey del universo.
 
Oh Jesucristo, príncipe pacífico:
somete a los espíritus rebeldes,
y haz que encuentren el rumbo los perdidos
y que en un solo aprisco se congreguen.
 
Para eso pendes de una cruz sangrienta,
y abres en ella tus divinos brazos;
para eso muestras en tu pecho herido
tu ardiente corazón atravesado.
 
Para eso estás oculto en los altares
tras las imágenes del pan y el vino;
para eso viertes de tu pecho abierto
sangre de salvación para tus hijos.
 
Por regir con amor el universo,
glorificado seas, Jesucristo,
y que contigo y con tu eterno Padre
también reciba gloria el Santo Espíritu. Amén.

SALMODIA

Ant. 1. Será llamado Rey de paz, y su trono se mantendrá firme por toda la eternidad.

Salmo 112

Alabad, siervos del Señor,
alabad el nombre del Señor.
Bendito sea el nombre del Señor,
ahora y por siempre:
de la salida del sol hasta su ocaso,
alabado sea el nombre del Señor.
 
El Señor se eleva sobre todos los pueblos,
su gloria sobre los cielos.
¿Quién como el Señor, Dios nuestro,
que se eleva en su trono
y se abaja para mirar
al cielo y a la tierra?
 
Levanta del polvo al desvalido,
alza de la basura al pobre,
para sentarlo con los príncipes,
los príncipes de su pueblo;
a la estéril le da un puesto en la casa,
como madre feliz de hijos.

Ant. Será llamado Rey de paz, y su trono se mantendrá firme por toda la eternidad.

Ant. 2. Su reino será eterno, y todos los soberanos lo temerán y se le someterán.

Salmo 116

Alabad al Señor, todas las naciones,
aclamadlo, todos los pueblos.
 
Firme es su misericordia con nosotros,
su fidelidad dura por siempre.

Ant. Su reino será eterno, y todos los soberanos lo temerán y se le someterán.

Ant. 3. A Cristo le ha sido dado poder real y dominio: todos los pueblos, naciones y lenguas lo respetarán para siempre.

Cántico Ap 4, 11; 5, 9-10. 12

Eres digno, Señor Dios nuestro, de recibir la gloria,
el honor y el poder,
porque tú has creado el universo;
porque por tu voluntad lo que no existía fue creado.
 
Eres digno de tomar el libro y abrir sus sellos,
porque fuiste degollado
y por tu sangre compraste para Dios
hombres de toda raza, lengua, pueblo y nación;
y has hecho de ellos para nuestro Dios
un reino de sacerdotes
y reinan sobre la tierra.
 
Digno es el Cordero degollado
de recibir el poder, la riqueza y la sabiduría,
la fuerza y el honor, la gloria y la alabanza.

Ant. A Cristo le ha sido dado poder real y dominio: todos los pueblos, naciones y lenguas lo respetarán para siempre.

LECTURA BREVE Cf. Ef 1, 20-23

Dios resucitó a Cristo de entre los muertos y lo sentó a su derecha en el cielo, por encima de todo principado, potestad, fuerza y dominación, y por encima de todo nombre conocido, no sólo en este mundo, sino en el futuro. Y todo lo puso bajo sus pies, y lo dio a la Iglesia, como cabeza, sobre todo. Ella es su cuerpo, plenitud del que lo acaba todo en todos.

RESPONSORIO BREVE

V. Tuyos son, Señor, la grandeza y el poder. Tú eres rey y soberano de todo.
R. Tuyos son, Señor, la grandeza y el poder. Tú eres rey y soberano de todo.
V. Tú eres Señor del universo.
R. Tú eres rey y soberano de todo.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Tuyos son, Señor, la grandeza y el poder. Tú eres rey y soberano de todo.
 
Ant. El Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará en la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin. Aleluya.

MAGNIFICAT Lc 1, 46-55
ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
 
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
 
Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
 
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre
y por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. El Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará en la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin. Aleluya.

PRECES

Hermanos, adoremos a Cristo Rey, el cual existe antes que todas las cosas, y en quien todas las cosas tienen su razón de ser. Elevemos a él nuestra voz, clamando:
Que venga tu reino, Señor.
 
Cristo, nuestro rey y pastor, congrega a tus ovejas de todos los puntos de la tierra
— y apaciéntalas en verdes praderas de pastos abundantes.
 
Cristo, nuestro salvador y nuestro guía, reúne a todos los hombres dentro de tu pueblo santo: sana a los enfermos, busca a los extraviados, conserva a los fuertes,
— haz volver a los que se han alejado, congrega a los dispersos, alienta a los desanimados.
 
Juez eterno, cuando pongas tu reino en manos de tu Padre, colócanos a tu derecha,
— y haz que poseamos el reino que nos ha sido preparado desde la creación del mundo.
 
Príncipe de la paz, quebranta las armas homicidas,
— e infunde en todas las naciones el amor a la paz.
 
Heredero universal de todas las naciones, haz entrar a la humanidad con todos sus bienes al reino de tu Iglesia que tu Padre te ha dado,
— para que todos, unidos en el Espíritu Santo, te reconozcan como su cabeza.

Se pueden añadir algunas intenciones libres.

Cristo, primogénito de entre los muertos y primicia de los que duermen,
— admite a los fieles difuntos a la gloria de tu resurrección.
 
Con la confianza que nos da el ser participantes de la realeza de Cristo y coherederos de su reino, elevemos nuestra voz al Padre celestial: 

Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad  en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal. 

ORACIÓN

Dios todopoderoso y eterno, que quisiste fundar todas las cosas en tu Hijo muy amado, Rey del Universo, haz que toda la creación, liberada de la esclavitud del pecado, sirva a tu majestad y te glorifique sin fin. Por nuestro Señor Jesucristo.

CONCLUSIÓN

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.

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